Duscher, la negación y los miedos

Recuerdo que hace un tiempo vivía en El Salvador, país particular y castigado por los terremotos. Una noche, viendo un partido en casa de un amigo, nos sorprendió un sismo de elevada intensidad (5.1 en escala Richter). Todo empezó a moverse y a caerse. Presa del miedo, ya que estábamos en un octavo piso, le dije a mi amigo: "Y ahora qué hacemos?". Él, sin sacar los ojos del televisor me dijo, indignado: "Pero mirá la patada que pegó Duscher!". En ese momento no supe que me daba más miedo, si el terremoto o la reacción alienada de mi amigo. Hoy en día nos reímos de esa anécdota, un paradigma de negación de la realidad. 

Este recuerdo me vino a la mente el jueves y viernes, durante la asamblea y la marcha. La negación de la realidad de tantos compañeros nuestros. La insistencia en ver la patada de Duscher en vez de asumir el terremoto y ver qué se hace en consecuencia.

Creo que en este momento es importante que el proceso de movilización que encaramos tenga trascendencia mediática. Pero más importante es que blanqueemos todos nuestras posiciones y logremos cierta unidad, de acción y de pensamiento. Que cada uno refrende con hechos lo que manifiesta con palabras.

Una profesora muy querida mía, citaba un dicho de su tierra, no muy académico pero sí muy cierto: "No se puede cojer y quedarse virgen". Ergo: EL PARO ACTIVO ES ANTE TODO UN PARO. NO SE DICTAN CLASES. Después se ve qué se hace, pero eso es lo esencial. No pretendemos que todos se sumen a las actividades que empuja el blog, creo que en eso cada uno lo canaliza y acciona como quiere. Lo que debe quedar claro es que el paro activo es parar (sin dictado de clases) con actividades que fortalezcan la medida de protesta.

Para cualquier docente con amor por su profesión el paro es un desgarro interno. Es un dilema moral y un miedo a perjudicar por demás a sus alumnos y a su actividad. Enfrentar ese miedo y tomar una decisión dolorosa pero valiente es una decisión ética que refuerza el compromiso original. La educación se defiende dando clases y siendo cada día un poco mejores. Pero también poniendo límites a las situaciones injustas y echando mano a un recurso extremo pero legítimo: el paro.

Hoy se han abierto dos caminos: sumarse a la locura paradojal de negar el terremoto y seguir viendo la televisión, rogando internamente que todo pase, que todo "vuelva a ser como antes", alienados en la patada de Duscher, o enfrentar el terremoto y ver qué hacemos. De cada uno depende. De cada uno y su conciencia.

P.S.